Hubo un tiempo en el que era normal para todos los caracoles dejar huella. Todos dejaban su huella tornasolada.
Ahora, en cambio, es muy raro el que la deja, la mayoría está condenada a morir sin que nada se sepa de su camino.
¿Cómo pasó? No hay una respuesta clara, no hay una fecha exacta. Fue un cúmulo de cosas. Todo empezó hace mucho tiempo, cuando el imperio apenas comenzaba a formarse. Los caracoles se vieron de pronto llenos de ocupaciones y sin tiempo para fabricar esa cosa extraña de la que estaba hecha su huella. Todo eso fue muy lento, por eso nadie se dio cuenta a qué horas pasó.
El imperio fue creciendo cada vez más y a los pocos caracoles que aún dejaban huella se les prohibió y a algunos hasta se les obligó a desandar el camino recogiéndola. Los mandaron de vuelta a casa, y aunque el destino de todo caracol en ese entonces era volver a casa, a los que dejaban huella se les obligó a volver antes de tiempo.
El imperio siguió creciendo y los caracoles tuvieron que andar con la casa a cuestas, así como andamos nosotros con la muerte. Pero en un principio no era así, los caracoles andaban por ahí y dejaban huella, siempre sabían el camino de regreso a casa; ahora, después de tanta prohibición y con ese imperio tan grande, no hay caracol que deje huella, ya no tienen un camino para regresar, porque no hay a dónde regresar, porque no tienen esa cosa rara con la que hacían su huella y porque ya todo se les olvidó.
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