2/03/2010

LA HISTORIA DE BENJAMÍN

Ya han empezado a llegar personas al salón de reuniones, un poco tarde como siempre, la administradora del conjunto si llegó puntual y se lamenta por la aparente inasistencia de algunos miembros, pero concluye que todavía pueden llegar y espera. Mientras tanto hace firmar el control de asistencia a los que han llegado y se queja de gripe.

Pasado un tiempo, después de los correspondientes comentarios de las señoras, cuando los temas del resfriado y del clima se han agotado, deciden empezar con la reunión, no sin antes comentar con tono de reproche la ausencia de algunos y, dicho sea de paso, la presencia de otros.

Escogen rápidamente por secretaria a una tal Lucy, que parece muy diligente y se dispone a escribir el acta. Acto seguido se prosigue con la lectura del orden del día:

Primero: “Explicación del caso”.
Segundo: “Consideración del caso”.
Tercero: “Recomendaciones para el caso”.

“El motivo por el que he convocado a esta reunión es la muerte de Benjamín nuestro portero. Los carteles invitando a la reunión llevan más de quince días en el ascensor, es un lugar donde todos los ven, y aún así falta don Alberto y los del 501, en cambio la señora del primer piso, que no tiene necesidad de subir al ascensor, si ha venido, así pues que no es mi culpa”.

Varios de los presentes asienten enérgicamente.

“Para los que no saben tengo el penoso deber de comunicarles que Benjamín murió, y aunque supongo que el rumor ya corrió, me veo en el deber de aclarar la situación, pues no me parece bien que se murmuren historias falsas y que haya personas que, a estas alturas, no lo sepan y se empeñen en llamar Benjamín a José.

“Lamentablemente tengo que relatar los hechos tan trágicos, tan penosos. Deseemos que no se vuelva a repetir un incidente así en el conjunto, yo todas las noches cuando rezo le pido a Dios que no vuelva a suceder algo así y que no vaya a haber un terremoto. Recuerden que las áreas comunes no están aseguradas.

“El sábado 22 de febrero un hombre pasó en una moto y le disparó a Benjamín, en cuestión de segundos llegó una ambulancia de la Cruz Roja, pero cuando llegaron a la clínica era demasiado tarde”.

Entre los presentes se perciben caras de tristeza y de espanto. Algunas señoras se tapan la boca.
“Benjamín tenía un hermano gemelo, nunca nos lo contó ni nosotros se lo preguntamos, ninguno demostró el interés suficiente por Benjamín como para preguntárselo, él ha venido a reemplazarlo indefinidamente. Él es, pues, quien ocupa el cargo.

“Prosigamos con el segundo punto: Consideración del caso. Unánimemente consideramos este caso como algo muy triste ¿O me equivoco? Me corrigen si me equivoco. Pero más consideración nos merece José, que tiene que soportar que cuanta persona entra, cuanta persona sale lo llame Benjamín, buenos días Benjamín, gracias Benjamín, Benjamín pa`quí, Benjamín pa`llà, Benjamín vaya y venga.

“Yo sé que es difícil acordarse, pero por favor tengan compasión con este hombre que acaba de perder a su hermano, no se lo recuerden. Yo sé que se parece, ¡pero por Dios su nombre es José!, que ocupe el lugar de Benjamín no les da derecho a cambiarle el nombre, Benjamín que en paz descanse (se persigna).

“José no sabe el motivo de esta reunión, no quise invitarlo porque la muerte de Benjamín es todavía muy reciente y no querría provocarle otro derrame de lágrimas, cuestiones de prudencia ya saben”.

Los miembros se muestran algo confusos, hay algo que no les cuadra bien y tratan de explicarse entre ellos. Un señor se levanta y dice en un tono muy perspicaz: Y a nosotros quien nos garantiza que al que mataron fue a Benjamín y no a su hermano, vaya a saber uno cuántas veces lo pudo haber reemplazado.

Se sienta. Se percibe un silencio aplastante, todos hacen como si no hubieran oído nada.

“¿Está todo claro? Siendo así vamos a seguir con el orden del día:

“Recomendaciones para el caso. Yo humildemente les recomiendo que no le llamen Benjamín, su nombre es José y que a toda aquella persona que les visite le cuenten la historia, que no es que a Benjamín le dio el capricho de cambiarse el nombre no, y así poco a poco todos se enterarán. A los que no vinieron cuéntenles por favor. Y a los niños explíquenles la situación, con ellos es difícil yo sé, pero ustedes buscarán los métodos didácticos para lograrlo. Y cuando vayan saliendo tengan la amabilidad de decir: Buenos días José, gracias José, acuérdense por el amor de Dios. Confío en ustedes, miren que José ya está cansado y una renuncia no nos convendría.

“Siendo las ocho y cuarenta y cinco de la tarde del cinco de marzo del 2006, doy por terminada la reunión con motivo de la historia de Benjamín y José”.

2006

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