1/09/2016

La lógica del absurdo y el asesinato de animales


Hace dos días tuve la inmensa tristeza de enterrar al perro de mi hermana que murió envenenado. Esa mañana no quise sacarlo de inmediato, él como siempre me llevó la correa para darme a entender que quería que lo sacara ya de paseo, pero yo quería hacer un par de cosas antes, le dije que me esperara, mi mamá me dijo que le abrieramos la puerta para que saliera a hacer popó y regresara, lo habíamos hecho antes algunas veces y el perro regresaba a los cinco minutos y después de haber hecho lo que sea que tuviéramos que hacer en una casa que es un hospedaje y un almacén, donde a veces hay gente que atender y siempre labores que realizar de manera inmediata, lo sacábamos a un paseo más largo, lo llevábamos al bioparque o al caucho. El perro siempre recibió un buen trato, tenía sus vacunas, su comida, su camita, lo bañábamos, lo cepillábamos, lo despulgábamos, lo llevábamos al veterinario ante cualquier problema de salud que tuviera y le dábamos mucho cariño, cuando yo estaba de visita dormía conmigo en mi habitación y recibía mis mimos, tenía sus juguetes y yo siempre le traía de regalo alguna cosita rica de comer de esas que venden en las tiendas para mascotas, a veces le jugaba un rato y podría decirse que lo mimábamos de una forma un poco exagerada, como si se tratara de un niño (a mí me gustan los animales, los niños no mucho), y aunque a veces nos quejábamos de mi hermana que lo adoptó porque le puso más oficio a mi mamá, lo queríamos mucho porque él era todo amor e inocencia. Ese día no habían pasado ni diez minutos desde que salió cuando un vecino nos llamó de la veterinaria a decirnos que lo habían encontrado agonizando y que estaban haciendo todo lo posible por salvarlo, bajé lo más rápido que pude con una amiga china que se estaba quedando en mi casa y se ofreció a acompañarme, por el camino pensaba que seguramente lo iban a salvar, pero cuando llegué ya había muerto.

El vecino que tan amablemente lo llevó y que es un amante de los animales, un activista diría yo, pues junto con su esposa adoptan perros y les dan todo lo necesario, me reprochó el que el perro estuviera solo, cómo dejan salir solo a un animal tan bello, me dijo, estaba muy compungido, ver morir a un ser completamente inocente de esa manera tan cruel y miserable es algo muy horrible que no le deseo a nadie, el vecino, como la mayoría de gente del barrio, quería mucho a Milán porque Milán era un animal súper amoroso. Mi amiga china se puso a llorar y a hablar en inglés por lo que tuve que traducir un montón de quejas y preguntas en una situación tan dolorosa, cosa que me hizo sentir frívola. Entre los tres alzamos al perro y lo metimos en el carro para traerlo a la casa y enterrarlo en el solar. No lloré en ese momento, tenía que reaccionar rápido y traducir lo que decía mi amiga; no quiero traducirle nada a nadie en mucho tiempo. Después de darle la noticia a mi mamá y dejar al perro en la casa esperamos a que viniera un hombre, que enviaron los mismos vecinos que lo llevaron a la veterinaria, el señor y su esposa (por fortuna tenemos vecinos solidarios), a abrir el hueco para enterrarlo.


Mis manos todavía olían a Milán porque por la mañana lo acaricié y lo besé como hacía todos los días, pero Milán era ahora un cuerpo inanimado, la muerte estaba ahí con toda su fealdad, invadió la casa enfermándonos de dolor. ¿Por qué alguien envenena a un perro que nunca le ha hecho nada? un animal manso y obediente, casi santo, pues lo único que hacía a veces era escaparse al menor descuido, que ni siquiera escarbada las basuras como hacen todos los perros, un animal que no comía nada que no fuera concentrado y huesos porque por más educado y especial que fuera, era un perro y a todos los perros les gustan los huesos y los huesos los usan de carnada para envenenarlos. Ya una vez había pasado pero la veterinaria pudo salvarlo, fue hace más o menos un año, pero nunca volví a oír de perros envenenados y se me olvidó, no todos los días uno tiene en mente que en el mundo hay gente cruel, no todos los días tiene uno presente los niños que mueren de hambre en Siria o para no ir tan lejos, aquí en la Guajira, no todos los días tiene uno en mente las masacres, uno olvida esas cosas y vive confiado, pues de lo contrario no podría vivir, no saldría ni a la esquina por temor a los psicópatas.

Esa noche no pude dormir, el recuerdo de su cuerpo inerte me producía ardor en el estómago, me la pasé vomitando y llorando. Al día siguiente fuimos a poner la denuncia ante el inspector de policía que no quiso hacerla porque estaba ocupado y se trataba “solo” de un perro y además no sabía cuál era el procedimiento porque aunque la ley de protección animal ya es una realidad, todavía no está implementada. Fuimos a donde la veterinaria a pagar y a recoger el collar del perro y también a preguntarle qué veneno es el que usan y cuántos perros mueren envenenados en Barichara, llegan muchos perros envenenados, me dijo, la mayoría son de la loma, pero no a todos los puede salvar, el veneno actúa en cuestión de minutos. Su ayudante no dejó pasar la oportunidad de decirnos que como el perro estaba solo bronco aspiró, que si alguien hubiera estado con él habría podido hacerlo vomitar y se habría salvado. Todo el día tuve dolor de cabeza y una opresión en el pecho como si me hubieran llenado de cemento el corazón. Mi mamá también lloró y se puso muy mal. Mi hermana estaba viajando y tuve que contarle por teléfono, lloró como nunca en su vida, la llamamos cada media ahora a ver cómo estaba, no dejó de llorar en todo el día, todavía lloramos cada vez que nos acordamos.

Hablé con vecinos cuyos animalitos han sido envenenados, ellos dicen saber quién es la persona que hace esa infamia, por la tarde hablé con el policía ambiental del pueblo que se mostró comprometido con la situación, aún quedan muchos trámites por hacer para desenmascarar a la persona desalmada que hace esto porque la policía no tiene casi ningún poder y algunas autoridades creen que la muerte de los animales no es algo que merezca atención, pero no se trata sólo de nuestro perro y de los perros y gatos de los vecinos, además han envenenado a toda la fauna silvestre del barrio, iguanas, faras, nuches, aves, en fin, todos los animales que son parte del ecosistema y que no le hacen daño a nadie, al contrario.

Esa es la historia, pero el tema principal de este escrito no es la muerte de Milán ni la maldad de la persona que lo envenenó sino la facilidad con que la gente se deja oprimir por el mal, así es que si el perro murió la culpa es nuestra por dejarlo salir solo, si a una mujer la violan la culpa es suya por salir con minifalda, si no tenía minifalda la culpa es suya por haber salido de la casa ese día porque si no hubiera salido de la casa eso no habría pasado y después de todo habría podido quedarse en la casa ¿no? así como yo habría podido acompañar al perro o haberlo hecho esperar en la casa hasta que yo pudiera salir. Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta. Si a usted lo roban la culpa es suya por dar papaya, por tener algo que pudiera ser robado. La gente se vuelve contra la víctima y ni siquiera menciona al victimario.


Me pregunto por qué aceptamos con tanta docilidad que la maldad nos imponga las reglas, por qué buscamos los argumentos más absurdos para poner la culpa en nosotros y no en la asquerosa persona que pone el veneno, ¿por qué no puede un perro que tiene dueño, que tiene el número de teléfono de su dueño en el collar, que está vacunado, que no es agresivo, salir a dar una vuelta por el barrio y regresar? ¿Por qué no puede un perro cualquiera, sea callejero o no, vivir? ¿Por qué no puede una mujer usar minifalda? ¿Por qué no puede alguien contestar una llamada en la calle?¿Por qué la gente deja que la maldad imponga las reglas? ¿Por qué la gente se deja limitar de esa manera sin hacer nada? Yo pienso que es por cobardía y por pereza, cobardía de enfrentar a los responsables, ¿si los vecinos saben quién es por qué nadie enfrenta a esa persona? ¿Por qué prefieren dejar de tener mascotas y seguir enterrando animales a ponerle fin a la situación de una vez por todas? A la gente le da pereza insistir con las autoridades. ¿Tan poco vale nuestra libertad que por pereza y cobardía preferimos perderla?

En las oficinas gubernamentales muchas veces dicen que no hay nada que hacer, pero eso no es cierto, si uno va todos los santos días a exigir, si uno toca todas las puertas algo se puede hacer y si definitivamente no hay nada que hacer por lo menos uno tendrá su consciencia tranquila al saber que no entregó su libertad tan dócilmente, que no comulgó con la infamia, que no es cómplice, que no admite que alguien cause tanto dolor y las cosas queden como si nada, que no cree que porque a alguien en el barrio no le gustan los animales los demás no tenemos derecho a tener nuestras mascotas y los animales no pueden vivir, pese a tener amos que los cuiden.


Yo por mi parte haré todo lo que esté a mi alcance para que en mi barrio no sigan envenenando animales. El 2016 será el año en el que me comprometa seriamente con esa causa, en Barichara también hay mucha gente que respeta y cuida a los animales y que se unirá a esta causa, gente que respeta la vida y no cree que la vida humana valga más que la vida animal y que por el simple hecho de ser humanos tengamos derecho a pisotear, a maltratar y a asesinar a los animales. Una sociedad se puede juzgar por la manera como trata a sus animales.