1/22/2013

Los mensajeros del futuro

Estoy faltando a mi ética profesional al revelar que todavía existimos los mensajeros de carne y hueso, suena increíble porque estamos en una época en la que el desarrollo tecnológico y científico llegó a su cima, el mundo es uno solo, ya se extinguieron todas las culturas diferentes a la occidental, así como todo pensamiento opuesto al capitalismo, en resumidas cuentas asistimos al fin, a los últimos años de nuestra especie. Los documentos impresos son una rareza, todo funciona a nivel virtual, no es esencial verse con nadie ni trasladarse a ningún lugar, la información va por el aire, es invisible, sin embargo, los mensajeros seguimos existiendo. Somos bien remunerados, trabajamos para los altos círculos de poder, nuestra misión siempre es secreta. Hoy en día resulta más seguro moverse por la tierra, la información virtual corre más peligro en su trayectoria aérea que alojada en un vulnerable ser de carne y hueso y transmitida voz a voz o por enrevesados gestos humanos, pues como ya dije, no nos contratan para dar cualquier mensaje sino mensajes de suma importancia y altamente secretos. La mayoría de la gente ni siquiera sospecha nuestra existencia, nuestra profesión está incluida en la lista de profesiones desaparecidas tras la irrupción de la tecnología y los niños ya no entienden el significado de la palabra mensajero, tampoco sus padres, a duras penas los abuelos y los expertos en literatura antigua. 

Sin embargo soy víctima de cierta degradación,últimamente he tenido que trabajar para gente que no entiende bien nuestra razón de ser en estos tiempos y envía mensajes fatuos. Tiene el dinero para permitirse un mensajero y lo considera elegante, excéntrico. A simple vista podría pensarse que el trabajo es más fácil porque nadie está interesado en el mensaje que uno lleva y no hay peligro alguno, pero en realidad es más difícil porque resulta aburrido y poco gratificante dado que uno se empeña en seguir usando sus trucos más finos pero la calidad del mensaje no los amerita. La degradación me ha tocado  a tal punto que fui contratado con un colega y a la hora de ultimar detalles se nos instó a tomar cada uno un papelito arrugado, un papelito decía: mensajero de buenas noticias y el otro: mensajero de malas noticias. A ese punto ha llegado la vulgaridad. A mí me tocó ser el de las malas noticias, pero no estoy seguro de que sea mejor ser el de las buenas. Para alguien que ha dado siempre mensajes cifrados todo esto resulta sumamente vulgar.

1/14/2013

No contestaré tus mensajes

Me escribe cada seis o siete meses, lo primero que me pregunta es cómo estoy. Lo nuestro terminó desastrosamente hace cinco años, el mismo tiempo que llevamos sin vernos. No ha dejado de viajar, siempre supe que le daba pánico establecerse, es incapaz, tiene un espíritu nómada, lo persigue un tormento que no lo deja estar quieto en ninguna parte, necesita ver cosas diferentes para huir de sí mismo, quizás no encuentra en su interior nada más interesante de lo que hay afuera en el mundo. Yo siempre le contesto y le digo que estoy bien, a veces le pregunto dónde está, últimamente se la pasa buceando en Malasia, a veces está en Melbourne, otras veces en la India, en Estambul o en algún pueblito de Turquía, en Indonesia…nunca se sabe dónde puede estar, puede ir adonde quiera cuando quiera. No se cansa de posar para fotos ni de tomarlas, tampoco de dormir en una cama diferente cada dos o tres días. 

Últimamente viajo mucho entonces después de preguntarme how‘re you o what’s up, me pregunta where’re you. Fine, le digo, and you. I’m in Bogotá. Me dice que está bien y me da el nombre de la ciudad o del país donde está. Una vez me contó que se había partido la clavícula al caerse de una motocicleta. El resto de veces siempre ha dicho que está bien, no tiene nada que contarme, me pregunta cuáles son mis planes, yo le cuento. Una vez estuvimos muy cerca el uno del otro, nos separaba sólo un día, yo estaba una ciudad más adelante, él estaría allí al día siguiente, habíamos hablado de tomarnos un café, pero no mostró mucho entusiasmo y yo me fui justo el día que él podría haber llegado. Qué pasaría si resultara que estamos en la misma ciudad y en el mismo hotel, creo que los dos saldríamos en seguida, si es posible disfrazados para no encontramos en el terminal o en el aeropuerto o en la estación de trenes. 

Estoy segura de que no entendió nunca cuál fue su error, no creo que haya logrado deshacerse de los celos que lo consumían como una enfermedad. Seguro sigue cargando con su tormento, un tormento antiquísimo que corre por su sangre y está en sus genes, el tormento de su pueblo, el tormento de todo musulmán. Seguirá viajando y llamándome cada seis meses a preguntarme cómo estoy para luego cortarme fríamente. No sé porqué siento la obligación de ser cortés con ese hombre, sus llamadas son mortalmente aburridas y breves, siempre hace las mismas preguntas y cuando intento que la conversación tome algún sentido huye. No volveremos a vernos nunca en la vida, la casualidad no va a ser tan cruel como para ponernos en el mismo lugar. No contestaré más sus mensajes.

1/04/2013

Dream, Girl.

Por estos días ando muy contenta porque una de mis fotos de Myanmar fue publicada en Golden Scissors  acompañando la reseña de un track bastante bueno de Pyxis: Dream Girl. Juzguen ustedes aquí