12/03/2015

Fragmento de La mujer justa de Sándor Márai.

"¿Sabes?, yo rondaba los cincuenta cuando por fin comprendí a Tolstói. ¿Has leído la Sonata a Kreutzer, su obra maestra? En ella hablaba de los celos, quizá porque él mismo era de carácter tortuosamente sensual y celoso, pero eso no es lo esencial. Los celos no son más que una forma innoble y miserable de orgullo. Sí, también conozco ese sentimiento...lo conozco bien. Casi me mata. Pero ya no soy celoso, ¿comprendes? ¿Me crees? Mírame a la cara. No,viejo amigo, ya no soy celoso porque he conseguido superar el orgullo, aunque a costa de un esfuerzo enorme. Tólstoi estaba convencido de que existía un remedio y reservó para las mujeres un destino casi animal: traer hijos al mundo y vestir todas como monjas. Una solución monstruosa y enfermiza. Aunque la solución que convierte a la mujer en un llamativo objeto de decoración, en una obra de arte cargada de sensualidad, también es inhumana y morbosa. ¿Cómo voy a respetar a alguien, cómo voy a entregar mis sentimientos y mis pensamientos a una persona que desde que se levanta hasta que se acuesta no hace más que cambiarse de ropa y emperifollarse para resultar más atractiva? Ella dice que con sus plumas, sus pieles y sus fragancias no pretende gustar a nadie más que a mí...pero no es cierto. Quiere gustar a todos, quiere que su presencia suscite una intensa y persistente excitación en el sistema nervioso de todos los individuos de sexo masculino. Vivimos así. En cines, teatros, calles, cafés, restaurantes, playas, montañas...en todas partes notarás esa agitación malsana ¿Tú crees que la naturaleza necesita todo eso? ¡Ni mucho menos! Eso sólo lo necesita un sistema productivo y un ordenamiento social en el que la mujer se considera a sí misma una mercancía.

Sí, tienes razón, yo tampoco conozco un orden social y productivo que sea mejor...Todos los experimentos con los que han intentado sustituirlo han fracasado. La verdad es que en este sistema la mujer siempre está en venta, algunas veces de forma deliberada, pero las más, de modo inconsciente, lo reconozco. No digo que todas las mujeres se sientan y se traten a sí mismas como objetos de cambio... pero no creo que las excepciones puedan desmentir la regla general. Tampoco pretendo acusar a las mujeres, ellas no pueden hacer otra cosa. A veces es muy triste asistir a esa continua actitud de ofrecimiento, a ese pavoneo estúpido y coqueto que esconde una profunda amargura, sobre todo cuando la mujer sabe lo difícil que es su situación, pues hay otras más bellas, más excitantes y más baratas...La competencia ha llegado a ser terrible: en la mayoría de las ciudades europeas viven más mujeres que hombres y ellas no tienen acceso a las profesiones liberales, así que, ¿qué pueden hacer las pobres con su triste y humana existencia femenina? Pues ofrecerse. Algunas de forma virtuosa, púdica, bajando la mirada, como delicadas y trémulas nomeolvides, aunque al revés, porque en secreto ellas tiemblan al pensar que nunca las tocaremos...y otras, más conscientes, yendo a diario a la guerra con paso firme, como los soldados de las legiones romanas, que sabían que luchaban contra los bárbaros por la defensa del imperio...No, amigo mío, no tenemos derecho a juzgar a las mujeres con severidad. Sólo podemos compadecerlas. Aunque quizá no es por ellas por quienes debemos sentir compasión sino por nosotros mismos, por los hombres, que somos incapaces de solucionar esta crisis latente y tortuosa en el gran mercado de la civilización. Vayas donde vayas y mires donde mires, sólo encontrarás abierta provocación. Y detrás de todas las miserias humanas está siempre el dinero, si no siempre al menos en el noventa y nueve por ciento de los casos. Esto no lo mencionó su iracunda acusación en la Sonata a Kreutzer...

Hablaba de los celos. Criticaba a las mujeres, desaprobaba la moda, la música, las tentaciones de la vida en sociedad. Lo que nunca dijo es que ningún orden social o productivo puede darnos la paz espiritual y somos nosotros los únicos que podemos conquistarla. ¿Cómo? Venciendo el orgullo y el deseo. ¿Y eso es posible? No se sabe. Tal vez cuando pasan los años. Con el tiempo los deseos no mueren, pero se disipa la angustia, la avidez furiosa, se agotan la desesperada excitación y la náusea que inundan el deseo y la satisfacción. Sí, uno se cansa. Yo casi me alegro de que la vejez está llamando a mi puerta. A veces no veo la hora de que lleguen los días lluviosos en que me sentaré a la chimenea junto a una botella de vino tinto y un libro viejo que trate de antiguos deseos y desengaños..."  Pgs 205-207

8/07/2015

La promesa


La escritora colombiana Angélica Puerto Tello nos trae una historia donde los devenires de la descendencia están a la orden del día. Un mal padre, un buen hijo, un buen padre, un hijo tonto. Un abuelo bueno con sus esperanzas puestas en el nieto. Quizás el nieto no salga tonto como el hijo, ni malo como el padre.

Adquiera el libro aqui
   




6/01/2015

Rebelión de los oficios inútiles





Tuve el privilegio de leer La Rebelión de los oficios inútiles antes de su llegada a Colombia, es una novela escrita por el escritor colombiano Daniel Ferreira ganadora del Premio Clarín de Novela 2014. Narra un pedazo de nuestra historia acecido en  los 70s, pero a la larga es más que un pedazo porque la historia se repite en ese loop infinito que aqueja este país. La novela tiene tres personajes: una campesina anciana, líder de una comunidad de hombres y mujeres sin techo que ha decido luchar por sus derechos, un terrateniente alcohólico que ha dilapidado su patrimonio familiar y un periodista que se ha tomado en serio su labor de testigo y su deber de publicar la verdad en su propio periódico.

Estas tres historias configuran magistralmente la realidad de “…un pueblo que no se paraliza ante la atrocidad cotidiana, que permanece impetérrito ante la desaparición y la muerte, que animaliza al enemigo como a bestia sin alma, un país que responde unánime a los mercaderes de la moral, a la puesta en escena de los gobernantes y sus bufones, un país rodeado de muerte que se regodea con imágenes de millares de seres caídos…” y le muestran al lector, a través de una prosa fluida y precisa, la urdimbre de Colombia y las complejidades sociales de un pueblo fragmentado. La recomiendo ampliamente, lo publica Alfaguara, estará pronto en las librerías.


5/05/2015

Un lugar para vivir la vida o qué demonios hago aquí

Emprendí un viaje, sin tiquete de regreso, sin itinerario. En ese entonces se podía todavía o podía hacerlo yo, no me había aburguesado tanto y andaba libre como una veleta o más bien: el mundo no se había capitalizado tanto. Cuando me preguntaba el sentido del viaje, pues en todas partes hay gente que hace la pregunta incómoda, decía que estaba buscando un lugar chévere para quedarme a vivir en él. La gente no sabía qué responder y ahora que lo pienso decir esto atrajo estafadores. 

Pero en todas partes llegué siempre a preguntarme ¿qué demonios hago aquí? Y sigo preguntándomelo siempre en algún momento en medio de algo.

4/18/2015

La casa atemporal



Esta casa tiene una gotera por la que se escapa el tiempo.

Pensándolo bien tiene muchos sitios por donde irse, se escabulle por los drenajes, aprovecha cada vez que abro la puerta o alguna ventana. No me he preocupado por mantenerlo prisionero, la puerta del patio está abierta todo el día, que se vaya si quiere.

Pero que se escape a plena luz del día, de noche no por lo sagrado del sueño. El suministro temporal nocturno debe ser de ocho horas y otras tantas extras, disponibles siempre.


4/13/2015

Para llegar a uno mismo hay que desplazarse geográficamente




Cualquiera creería que el hecho de tener que viajar dos horas a veces para hacer alguna diligencia es un martirio. Puede que lo sea a veces, aún no lo sé, lo que si sé es que puede ser realmente bueno. El paisaje es bello en la mayor parte del trayecto, y cuando el tráfico fluye (si, a veces fluye) y hace un día soleado es muy agradable, uno se siente de paseo, y si además uno va cómodo oyendo música en su Ipod es una maravilla.




Por la noche cuando uno se devuelve, va viendo las luces por la ventana, el movimiento y el agite de la ciudad y después sólo el negro y el azul oscuro de la noche, entonces lo inunda exactamente la misma sensación, la misma disposición de su época de viajero "solitario". Es un sentimiento agradable, cierta adrenalina mezclada con alegría nostálgica. La gente que viaja conmigo cree que soy extranjera, eso contribuye a que me sienta en otro país. Llego a mi casa y me siento lejos, maravillosamente lejos, todo es silencioso y la lejanía tiene la misma tibieza de la noche, se siente uno a salvo de todo, listo para entregarse a los placeres del sueño y despertar al otro día con el canto de los pájaros y los colores de las flores.

4/10/2015

Uno de mis últimos días viviendo en la ciudad


La de historias que oí ayer cuando salía a la calle en Bogotá. Para empezar me cogió el aguacero en plena zona industrial de la ciudad, donde nada reverdece. Iba yo muy elegante porque se trataba de una diligencia laboral y me tomo en serio lo de la indumentaria. Que mi trabajo esté en la zona industrial es una de esas ironías de la vida, pero si, la editorial está emplazada entre fábricas con enormes chimeneas y por donde uno mire no ve más que moles de cemento. Mientras escampaba debajo de un puente peatonal del transmilenio con vendedores ambulantes y mensajeros y motociclistas veo que aparecen unos tuks tuks, si, en Bogotá, en medio de una tormenta de padre y señor mío, los hombres manejan esos tuks tuks en pleno aguacero cubiertos de plásticos por todo lado. Por algún desbarajuste del ánimo o quizás, por seguir un impulso provocado por el recuerdo de los tuks tuks en Tailandia (lo divertidos que eran) me subí en uno en el punto más álgido de la tormenta. La situación era muy ridícula. Cuando le dije para dónde iba el hombre me dijo: ¡pero allá cuesta 2 mil!, yo sonreí, pensé: cómo es que este hombre maneja una bicicleta en medio de esta tormenta, lleno de plásticos por todos lados…mojado hasta los cojones- porque no hay plástico que valga en los aguaceros bogotanos- y piensa que 2 mil pesos es caro. A mí no me entraba el agua pero no veía por dónde manejaba el hombre y tenía que gritar mucho para que me oyera, al fin pensé que era peligroso, podían atropellarnos. Miré por dónde iba y vi que estaba yendo por donde no era, no logré que entendiera mi sencilla indicación de “en la esquina voltee a la derecha”, no logré que me entendiera nada nunca, entonces le dije que me dejara ahí, me dejó ahí y le di los 2 mil pesos. Quedé totalmente desubicada, no sabía dónde estaba, cerca de mi destino si, pero ni idea de hacia donde debía coger, escampé un rato bajo un alero en una calle llena de tracto mulas. Lo más ridículo era mi elegancia. Después siguieron todavía una serie de transportes sin sentido que prefiero no recordar, al final llegué a donde iba, pensé si llegar así toda empapada o devolverme, pero al final dije: tener que salir otra vez con este clima maldito, no, eso no, prefiero verme ridícula frente a los oficinistas.

Para volver a mi casa tuve que aguantarme a un taxista que me decía: corazón y buscaba temas polémicos para hacerme hablar y poder maltratarme contradiciendo todo lo que yo dijera, una práctica masculina corriente en un mundo machista, intentó hablar mal de Petro pero yo no dije nada, estaba decidida a guardar silencio con tal de llegar a mi casa sana y salva, hay taxistas de taxistas, unos son francamente indeseables. Había manifestaciones en la 30 así es que tomamos otra ruta, pasamos por lugares inundados. Llegué a mi casa, aleluya.

Al anochecer fui al concierto de Ikaro Valderrama a deleitarme con esos instrumentos siberianos tan especiales que toca y a oír canciones rusas sobre el agua, los caballos, el cóndor y la naturaleza en general. De camino se subió al bus una mujer, se subió a pedir dinero, tenía un brazalete de la cárcel, contó su historia, dijo que había estado presa 15 años por matar al esposo de su hermana, de entrada su sinceridad me capturó, dijo que lo había matado porque él había violado a su hijita de cinco años. A las mujeres nos dijo: ¡pónganse pilas! Cuántas de ustedes no saben dónde están sus hijos o sus hijas ahora, hay mucho violador, yo vivo en una fundación donde ayudan a niños abusados, niños con síndrome de down, niños enfermos, hay mucho degenerado y casi siempre el abusador es un conocido, un familiar, un vecino. Y ustedes las mujeres envidiándose entre ustedes en lugar de protegerse y unirse. Miré a la mujer, era una mujer agradable, quise darle algo pero había olvidado sacar dinero, me di cuenta al tomar el bus, había dejado los billetes, llevaba solo el monedero y no había ni una moneda, acababa de pagar el pasaje con $200 menos de lo que valía, por fortuna llevaba la tarjeta, buscaría un cajero camino al concierto. Quise felicitarla, pero no me atreví y ella ni me miro, pasó muy rápido. Nunca en mi vida había visto a una mujer hablándole a otras mujeres en el transporte público, una mujer de armas tomar sin duda alguna.

El concierto estuvo fantástico. Le pregunté a Andrés si el tambor que había tocado era Lakota, me dijo que lo había hecho él con cuero de búfalo, pero que el cuero de búfalo es muy difícil de conseguir y no había encontrado más, el taxista dijo entonces que en el Magdalena Medio entierran el cuero de búfalo porque no hay quien lo compre para marroquinería porque es muy grande y las máquinas no lo procesan o no sé que cosa no hacen las máquinas, pero el hecho es que nadie quiere comprar ese cuero, se dijeron muchas cosas sobre el cuero y su manejo, pero esa parte fue solo un pretexto para que el taxista nos contara la historia de su familia. Él y su padre trabajaron varios años en el negocio del cuero, tenían un camión y se iban al Magdalena Medio a comprar cuero que era muy, pero muy barato, ese cuero lo vendían aquí caro, con un margen de ganancia bastante alto. Nos iba muy bien, dijo, pero yo digo que uno se consigue una amante y todo se daña,-por no jugar limpio, dije-, una amante es lo peor que le puede pasar a uno, mi papá se consiguió una moza y botó a la basura 30 años de matrimonio, le compró una casa a la vieja y se la amobló, no nos compro casa a nosotros, que vivíamos en arriendo y si a ella, y mi papá se arruinó, mi mamá lo descubrió y se separó de él, lo echó de la casa,- ¡bien hecho!, dije yo- claro que no fue por la casa que se arruinó porque él ganaba 60, 80 millones al mes y la casa debió costar por ahí 300, pero de todas formas le empezó a ir mal, empezó a perder plata, se fue quedando sin nada, todo eran problemas y problemas hasta que yo tuve que decir: no sabe qué papá, yo miro a ver que hago…y me fui. Fue terrible, era algo…no sé,- una mala energía instalada-dijo Andrés, -o una brujería-dije yo. Sonia y Andrés se bajaron del taxi, y el taxista y yo seguimos. Si, dijo el taxista, el caso es que mi papá se derrumbó por completo. Y qué pasó con la amante y con su papá, ¿siguen juntos? No, cuando mi mamá lo echó de la casa el pensó que la otra vieja lo iba a recibir en la casa que él le había comprado y no, la vieja no lo recibió, le dijo que se alquilara un lugar donde vivir, que ella le daba para el diario, pero que no lo recibía en la casa. Terrible, dije, ¿y su papá? Mi papá vive con mi mamá, ¡lo perdonó! yo no lo habría perdonado, le informé. Si, pero ellos tienen muchos problemas, muchos, mi papá nunca se recuperó de eso.¿ Y qué pasó con la vieja? ¿Se consiguió a alguien? Si, la vieja se metió con un tipo de San Andresito, un matón, un tipo que decían que era muy malo, un asesino, un tipo con mucha plata, y el tipo empezó a joder a mi papá, le dio una paliza tremenda y yo tuve que ponerme serio con ese man, tuve que conseguirme un revólver y decirle: usted deja en paz a mi papá o lo mato. Le dije a un primo mío, un primo que yo tenía que era jodido, uy si, era muy jodido mi primo, a él lo mataron, y quería mucho a mi papá. Mi primo le dijo al hombre que dejara en paz a mi papá, y se le metió a la casa un día, pero el man creyó que no era en serio y mi primo le tuvo que disparar, con una ametralladora- lo de la ametralladora me parece poco creíble, tal vez quería impresionarme, ¿por qué no un simple revólver?-, cuatro tiros le metió, continuó el taxista, pero el man no se murió. ¡Qué historia! parece una novela, dije. ¿Y entonces que pasó con él?, el hombre se fue degenerando y anda por allá en el cartucho, en la calle. ¡Todo lo que toca esa mujer se viene abajo! , dije, ¿y qué pasó con ella? A ella mi primo también la...le dijo que tenía que darle la casa a mi papá, pero como la casa estaba a nombre de los dos, ella demandó y le tuvo que dar la mitad, le dio plata. ¡Ah bueno, entonces no lo perdió todo al final! No, dijo el taxista, pero él había comprado la casa, ella no había puesto nada. Ella era mona, de ojos claros, muy bonita, tenía treinta años y dos hijos y se la pasaba saliendo con cuchos, mi papá tenía cincuenta y pico, por qué iba a salir con un viejo de cincuenta y tantos si no era por la plata, puede pasar que dos personas se enamoren pese a la diferencia de edad, le informé. Llegamos a la casa. Me desvestí y me acosté a dormir en seguida.

2/05/2015

Nuestra tarea por aquellos días...

Nuestra tarea por aquellos días con las emociones consistía en calentar cautamente la torta para luego, cuando ya alcanzaba cierta temperatura, meterla al congelador. Esto se repetía una y otra vez: volvíamos a sacar la torta para ver, con algo de asombro, que aún se podía calentar un poco; puede que la analogía sea más acertada con un insecto, he oído decir que si uno mete una hormiga culona al congelador y la saca a las 24 horas se descongela y camina como si nada, algo así hacíamos con nuestras emociones solo que cada vez caminaban con algo más de dificultad.