Cualquiera creería que el hecho de tener que viajar dos horas a veces para hacer alguna diligencia es un martirio. Puede que lo sea a veces, aún no lo sé, lo que si sé es que puede ser realmente bueno. El paisaje es bello en la mayor parte del trayecto, y cuando el tráfico fluye (si, a veces fluye) y hace un día soleado es muy agradable, uno se siente de paseo, y si además uno va cómodo oyendo música en su Ipod es una maravilla.
Por la noche cuando uno se devuelve, va viendo las luces por la ventana, el movimiento y el agite de la ciudad y después sólo el negro y el azul oscuro de la noche, entonces lo inunda exactamente la misma sensación, la misma disposición de su época de viajero "solitario". Es un sentimiento agradable, cierta adrenalina mezclada con alegría nostálgica. La gente que viaja conmigo cree que soy extranjera, eso contribuye a que me sienta en otro país. Llego a mi casa y me siento lejos, maravillosamente lejos, todo es silencioso y la lejanía tiene la misma tibieza de la noche, se siente uno a salvo de todo, listo para entregarse a los placeres del sueño y despertar al otro día con el canto de los pájaros y los colores de las flores.
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