Después
de horas de forzarme a permanecer en la pantalla del compu, leyendo posts de
otros escritores y empeñada en encontrar un estímulo para escribir me he
acordado de algo que tal vez merezca ser escrito. Es sobre el día que deseé
empujar a una anciana. Si. Lo hice, pero levemente, de modo que ella sólo
percibió mi más oscura intención. ¿Por qué? Porque me senté en una banca del
Park-way a esperar a alguien, ni importa a quién, y la anciana al verme sola se
me acercó y me preguntó: ¿solita? AhRELIGIÓN.
í ya empezó mal la cosa,
odio el diminutivo y más si es aplicado a un estado tan solemne como la soledad,
la anciana tenía una energía horrible, también tenía Parkinson. Yo ya me iba
preparando mentalmente, pensaba: a ver qué quiere, será plata o quien sabe que
cosa retorcida, cuando la anciana me pregunta: ¿Le han hablado del fin del
mundo? al tiempo que me alcanza un folleto. Mi cerebro hace sus conexiones a
una velocidad sorprendente y hay una palabra que aparece en mayúsculas y en
rojo
Me
levanto fastidiada ¿es que no puedo sentarme tranquila en un parque, qué es ese
irrespeto, cree que porque estoy sola puede acercárseme a convertirme a su
religión? Me levanto, le doy un par de palmaditas en
la espalda a la altura de los hombros,
consciente de mi superioridad física aplico más fuerza de la necesaria. Le
digo:
_No,
si se trata de religión, no gracias, no me interesa la religión.
Me
voy fastidiada.
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