11/24/2010
11/13/2010
Noche bogotana
Era una tienda bogotana, la típica tienda de barrio, algo desordenada, con algunas cosas viejísimas en una vitrina opaca. F y yo entramos a comprar trago, la tienda estaba llena y el ambiente animado. A la luz amarilla del bombillo se veían ya caras ebrias. En el momento en el que nos iban a dar la botella de aguardiente, un hombre de la mesa de al lado se cayó de su butaca, sus amigos acudieron en su auxilio e intentaron ponerlo en pie, pero el hombre estaba verdaderamente mal, al borde del colapso y con los ojos en blanco. El problema es que era muy gordo y sus dos amigos no podían levantarlo, como todo esto sucedía a nuestros pies F y yo quisimos ayudar, entre cuatro la cosa sería fácil. Estuvimos intentándolo un rato, pero el campo de movimiento era muy limitado y de contínuo nos veíamos obligados a adoptar posiciones incómodas, si a eso le sumamos que F y yo somos altos y estirados y los dos amigos del hombre estaban algo pasados de kilos y borrachos, el cuadro no es muy alentador. Nos costaba trabajo coordinar y el hombre pesaba mucho, sin querer golpeamos su cabeza contra la vitrina. Estando en esas se acercó otro joven dispuesto a ayudar. Intentamos un par de veces más sin éxito y acordamos, por sugerencia de F, que sería mejor entre cuatro, F se retiró y nosotros volvimos a nuestra tarea, ya cansados paramos un momento, el joven dijo que iba al baño y se alejó, el tendero lo reemplazó, pero al primer intento llegó otro cliente, así es que volvimos a quedar los tres. F nos miraba con los brazos cruzados. El hombre era excepcionalmente pesado. Paramos unos segundos a tomar aire y el tendero me alcanzó la botella de aguardiente que ya le había pagado, pero con todo ese jaleo no había recibido. Los dos hombres siguieron intentando y F sugirió que llamaramos una ambulancia, el tendero llamó. F y yo nos servimos el güaro en unas copitas desechables mientras los tipos halaban las extremidades del señor. Estando en esas llegó la ambulancia, entraron dos hombres, miraron al gordo, intentaron levantarlo entre los cuatro pero no pudieron, dijeron algo inaudible por el volumen de la música, encendieron la ambulancia y se fueron. F se puso a contarme una historia y yo me fui enredando. Después de unos minutos, cuando miré a mi alrededor vi a uno de los amigos del hombre hablando animadamente con una chica que acababa de entrar y al otro hablando con el tendero, un grupo de jóvenes se acomodaban como podían sin pisar al gordo para alcanzarle dinero a un mozo que había aparecido de repente. Me quedé todavía un buen rato más escuchando a F. Al ir al baño tuve que fijarme en no enredarme con la pierna del gordo que seguía en el piso. Cuando regresé F comentó que el señor se había caido en el peor lugar, pues obstruía el acceso a la vitrina. Después de otro cuarto de güaro decidimos irnos para la casa, desde la calle volteé a mirar por última vez la tienda, !Sigue ahí! le dije a F, ¿Qué?... ah sí! dijo F.