Un fragmento:
"Gérard Leverrier era gerente en la Asamblea Nacional, en la misma sección que Veronique (que trabajaba allí como secretaria). Gérard Leverrier tenía veintiséis años y ganaba treinta mil francos al mes. Sin embargo, Gérard Leverrier era tímido y depresivo. Un viernes de diciembre por la tarde (no tenía que volver el lunes; había cogido, un poco a su pesar, quince días de vacaciones "por las fiestas"), Gérard Leverrier regresó a su casa y se disparó una bala en la cabeza.
La noticia de su muerte no sorprendió del todo a nadie en la Asamblea Nacional; allí era conocido, sobre todo, por las dificultades que tenía para comprarse una cama. Había decidido la compra hacía meses, pero no conseguía concretar el proyecto. Por lo general, la gente contaba la anécdota con una leve sonrisa irónica; sin embargo no es cosa de risa, comprarse una cama, en nuestros días, presenta sin duda considerables dificultades, y hay motivos para llegar al suicidio. Para empezar hay que prever la entrega y por lo tanto, en general, tomarse medio día libre, con todos los problemas que eso conlleva. A veces los repartidores no aparecen, o bien no consiguen subir la cama por la escalera, y uno corre el riesgo de tener que pedir otra media jornada libre. Estas dificultades se reproducen con todos los muebles y aparatos electrodomésticos, y la acumulación de preocupaciones que se derivan de esta situación puede ya desquiciar seriamente a un ser sensible. Pero, entre todos los muebles, la cama plantea un problema especial y doloroso. Si uno no quiere perder el respeto del vendedor está obligado a comprar una cama doble, aunque no le vea la utilidad y tenga o no sitio para ponerla. Comprar una cama individual es confesar públicamente que uno no tiene vida sexual, y que no cree que la tendrá en un futuro cercano ni lejano (porque las camas, en nuestros días, duran mucho tiempo, más que el periodo de garantía; es cosa de cinco, diez, incluso veinte años; es un seria inversión, que compromete prácticamente durante el resto de la vida; las camas duran, por término medio mucho más que los matrimonios, la gente lo sabe perfectamente). Incluso si compras una cama de 140 pasas por pequeñoburgués mezquino y tacaño; a los ojos de los vendedores, la cama de 160 es la única que vale la pena comprar; y entonces mereces su respeto, su consideración, incluso una ligera sonrisa de complicidad, sólo te dan estas cosas con la cama de 160."