Algunas personas me han sugerido que escriba sobre las cosas que me pasan, cosas reales que suceden en la vida real. Me cuesta trabajo hacerlo y pasó mucho tiempo sin que yo siquiera me planteara esa posibilidad. Es posible que esto tenga que ver con mi actitud desdeñosa hacia lo real, hacia el aquí y ahora. Puede ser que me haya pasado la vida imaginando ficciones para alejarme así de la aburrida realidad y puede ser que todo lo que he buscado en el mundo de la literatura fantástica esté aquí. Aquí en mi vida. Aquí en esta opaca sucesión de días aburridos.Por algo dicen que la realidad supera la ficción, pero no sé si “mi realidad” supere esa ficción. Pueden superarla mis historias íntimas, esas que nunca olvido, pero que van escondíendose cada vez más hondo, pues no me interesa que los demás se enteren de mis amores verdaderos e inolvidables o de mis aventuras. Si contara este tipo de cosas tendría más lectores porque el morbo, la curiosidad por la vida de los demás, siempre es mayor que la atracción por la literatura fantástica. Pero por otro lado mi presencia se limitaría a una tarde, pues no tengo muchas historias de ese tipo, unas dos o tres de película que en todo caso se diluyen en ese inmenso mar de años olvidables. Contar mi vida editada no abarcaría más de cinco horas. No podría escribir más que un libro y bien corto.
No podría escribir al estilo de sex and the city porque no tengo una vida sexual tan activa y no le veo mayor gracia a la promiscuidad. A menudo me cuesta entender las cosas que hace la gente por sexo, pues siempre me parece que no merece tanto la pena como para embarcarse en ese desfile inacabable de cuerpos pasando por la cama de uno. Pero tendría más lectores claro, seguro. Leer la descripción de una relación sexual parece ser más divertido aunque sea siempre lo mismo lo que se cuenta, y los finales posibles se limiten sólo a dos, en el fondo, pues por más adornos que se le ponga lo que importa es sólo una cosa. Escribir sobre la vida cotidiana podría ser anclarse más en ella y lo que persigo con la escritura es escapar de ella.
Tal vez no tiene mucho sentido hablar de esto porque la realidad y la ficción son algo tan jodidamente inestable que la confusión es casi segura, pasa entre ellas como entre dos hermanos gemelos. Uno tiene la ilusión de andar en tierra firme pero está en una superficie oscilante como la cubierta de un barco. Recuerdo haber dicho del 90 por ciento de mis escritos que se trataban de hechos reales, hechos absolutamente verídicos de mi vida, algunas veces dije muy convencida y con un tono más bien pedante y orgulloso: Todo lo que escribo es real, todo lo que cuento lo he vivido, está contado sin adornos, tal como fue. Y ahora me parece que todo lo que he escrito es literatura fantástica, a pesar de que recuerdo haber vivido lo que narré.
Mi pasado se ha perdido allá en el mundo de la ficción, ya no me reconozco en él, me parece que lo único real es este presente.Bastará con el paso del tiempo para que esta sucesión de días aburridos se convierta en pasado, en fantasía.Yo la completaré con un montón de palabras que la transformarán en algo digno de contar, algo memorable, en todo caso algo diferente a esta línea recta. Sin literatura cómo recordaría la vida, cómo llenaría de sentido esta sucesión de tiempos idénticos, no existiría ninguna ilusoria contraposición, sólo una línea recta infinita, sin principio ni fin y totalmente inerte.
Las joyas de fantasía brillan más que las de verdad. Las dos joyas terminan mezclándose y confundiéndose en la vastedad de los anaqueles y yo soy sólo una compradora confundida.