En la introducción a su libro error humano Chuck Palahniuk dice, hablando del sueño de todo escritor: "En cierta forma, es lo contrario del sueño americano: hacerse uno tan rico que pueda elevarse por encima de la chusma, de toda esa gente que va por la autopista, o peor todavía, que va en autobús. No, el sueño es una casa grande y solitaria en alguna parte. Con un ático de lujo como la de Howard Hughes. O un castillo en lo alto de una colina, como el de William Randolph Hearst. Un nido encantador y aislado donde uno pueda invitar solamente a la chusma que le cae bien. Un entorno que uno pueda controlar, libre de conflictos y de dolor. Donde uno reine.
Sea un rancho en Montana o un apartamento en un sótano con diez mil DVD y acceso a internet de alta velocidad, nunca falla. Vamos allí y conseguimos estar solos. Y solitarios".
Hace poco me sorprendí soñando con una casa sin vecinos a por lo menos cien metros a la redonda, me imaginé cómoda en ella, aliviada por la certeza de no ver a nadie a menos que lo deseara tan fervientemente como para conducir o caminar varios kilómetros. Me imaginé escribiendo en un momento de inspiración, agarrando al instante cada uno de esos momentos...una casa sin vecinos a cien metros a la redonda donde yo lo controle todo, donde todo esté en mis manos, donde no me sorprenda ninguna visita inesperada, ninguna llamada imprudente, donde no me suceda que justo en el momento en el que siento que tengo algo que escribir llegue alguien. Recordé al príncipe Saurau en Transtorno de Thomas Bernhardt, vivía recluido en su castillo y tenía muchos guardias apostados en el largo camino boscoso vigilando que nadie se acercara.
Una casa sin vecinos a cien metros a la redonda.
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