1/31/2010

DOSCIENTOS AÑOS

Les voy a revelar mi verdadera edad, tengo 200 años, mi apariencia de niña lo disimula muy bien, pero tengo 200 años. Me duelen todos los huesos, hasta los del dedo meñique, estoy tan cansada que siento un peso constante en la espalda y tengo que hacer un esfuerzo permanente para poder respirar, me duelen los bronquios y los pies al caminar. Mis ojos ya ven sin mirar, están cansados de ver lo mismo; siempre tengo sed, me duelen el cuello y la garganta y no me dan ganas de decir nada. Ya las noches no me alcanzan para descansar, los dientes se me destemplan y me rechinan, mi paladar se niega a probar los mismos sabores de siempre. Las cosas no han cambiado en estos doscientos años.

Me cuesta mucho dormir, mis párpados ya no quieren cerrarse, están aburridos de hacer siempre lo mismo. La sed no se me quita con nada y tengo las articulaciones como oxidadas, tengo que hacer fuerza para moverme y me duelen, he perdido el olfato, para mi pobre nariz todo es igual, después de tanto tiempo está cansada de oler lo mismo. Siento como si mi cuerpo fuera de trapo, lo siento enclenque y débil. Cada día que empiezo se me trepan por la espalda, sin previo aviso, los doscientos años.

De Perros en el cielo

2005


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