Me
siento rara al abandonar mis ambiciones literarias y escribir sobre un tema tan
trillado y poco fantástico como la depresión. Nunca he ido al sicólogo ni al
siquiatra, bueno, fui a una siquiatra cuando estaba en la Universidad Nacional,
pero ella y su asistente eran tan raros que no volví después de la primera
consulta, convencida de que los locos eran ellos y no yo. No es necesario
recibir un diagnóstico de un sicólogo para saber si uno es depresivo.
No
voy a escribir un largo artículo hablando de lo terrible que es la depresión y
de cómo lo lleva a uno al suicidio porque
eso los deprimiría. Ustedes deprimirían a los que les rodea y todos no seríamos
más que una mano de deprimidos.
Solo
quiero contarles algo a lo que llegué luego de varios años de deprimirme: hay
que hacer todo lo posible para quitarse la depresión, es verdad que el mundo es una mierda y todo
está muy mal, pero no hay que darle importancia a eso porque la vida es corta y
es triste que se nos vaya viendo lo malo, no dejemos que nos consuma el sufrimiento, aún debe quedar
algo bueno, algo incorrupto que valga la pena observar. Nada saca uno con meter
el dedo en la llaga y alimentar la herida viendo el noticiero, viendo la calle,
viendo la gente.
Si
uno puede, debe poner música alegre y olvidarse del mundo por un rato, ponerse
a hacer algo, a escribir, a leer, a dibujar, a trabajar o simplemente a limpiar, pues la depresión
no lo deja a uno hacer nada de lo que pueda sentirse especialmente satisfecho,
va uno a escribir y no sale nada, intenta uno dibujar y le queda feo, intenta
leer y no se concentra…Hay que insistir en el propósito de alegrarse, si hace
un buen día puede uno salir a dar una vuelta por el barrio, comprarse un
helado, alguna cosa que se suponga alegre, cuando uno insiste, al cabo de un
rato, de un día, de un par de días uno empieza a fluir otra vez, el radar
vuelve a ubicar el norte. Si existe alguna sustancia que le suba el ánimo, evalúe sus efectos adversos y si ve que no los tiene o son mínimos consúmala,
se trata de quitarse la depresión. Haga lo que esté a su alcance para
alegrarse. No caiga en el alcohol porque eso empeora las cosas, sea
inteligente, sea su propio médico, nadie asumirá el reto de mejorarse como
usted, no vaya a donde ningún sicólogo.
Eso
funciona, tarde o temprano. Intente con todas sus fuerzas no quejarse, no
convierta a los demás en víctimas de su depresión, no los convierta en su
inodoro emocional, no los desanime, eso sólo hará que empiecen a huir de usted,
no se convierta en esas personas que le bajan la nota a los demás. Todos
sabemos lo mal que está el mundo, no necesitamos que nos lo recuerden
constantemente, necesitamos más bien alguien que nos haga olvidarlo. Deprimidos
ayudamos menos al mundo que alegres, puede ser cierto que con nuestra alegría
ayudemos así sea un poco a equilibrar la carga energética, la lucha debe ser a
todos los niveles.
No
quiero decir con esto que haya que ser estúpidamente alegre, hay que hacer
cosas, hay que pensar cómo puede uno contribuir a un mundo mejor con su
quehacer, si todo está perdido a los escritores nos queda por lo menos contar
la historia como fue, no olvidar nuestro rol de testigos. A mí que está
quedando muy difícil no deprimirme con el hecho de que ahora en Colombia se
pueda llevar a un campesino a la cárcel por sembrar semillas de las de verdad
en lugar de sembrar las que están inoculadas por el demonio, las que quiere
venderle el gobierno favoreciendo a Monsanto y ayudándole en su plan de que nos
de cáncer a todos para que tengamos que comprarle medicinas a las grandes farmacéuticas,
es difícil no deprimirse. Suena absurdo, parece sacado de un cuento de ciencia
ficción, pero es verdad, es obvio, ni siquiera puede llamarse conspiración
porque es muy evidente, no es un secreto para nadie.