Después de haber conseguido apartarme de todos con grandes esfuerzos, después de haber soltado el apretado nudo de la amarra de la barca y haber andado un poco a la deriva, a merced de la corriente algunas veces y otras dando vueltas estancada en la tranquilidad del agua, con tan solo un remo; después de haberme internado en el bosque, lejos del ruido del mundo de afuera, la encontré al fin. Ahí estaba ella, no me vio durante un buen rato en el que yo la observé muerta de miedo y cansancio. Estaba sentada en una piedra. Su perfil hacia las copas de los árboles. Parecía buscar la luz como todos ellos. La espalda encorvada.
Tuve el tiempo suficiente para pasar del miedo al fastidio. Cuando me vio, me miró fijamente. Su mirada fue larga y no recuerdo haber visto ningún gesto, todo desapareció para mí, tuve la sensación de haber desaparecido, o por lo menos, de haber perdido mis contornos. Después, como si acabaramos de despertar de una pesadilla, nos llenamos de odio. Estuvimos esquivándonos, amenazándonos, dando círculos como fieras salvajes hasta que, agotadas, nos sentamos bien lejos la una de la otra.
Poco a poco nuestro pulso fue estabilizándose, la respiración empezó a hacerse más lenta, los músculos fueron aflojándose y yo me dormí. No sé cuánto tiempo pasó.Al despertar deseé no verla, pensé que se había ido, pero me observaba desde el mismo lugar. Me llené de angustia y ella también. Después decidí ignorarla, pero no se fue. Se quedó con obstinación. Resistía con fuerza a pesar de que algunas veces parecía asustada. Pasaron los días y ella seguía ahí. Yo también, no había recorrido todo ese camino en vano y además no sabía ya como volver, ni siquiera había amarrado la barca.
Mi desesperación fue creciendo, me tranquilizaba pensando que eso, como todo, tendría que pasar, dejar de ser. Algo pasaría al final.
Fui calmándome, me di el tiempo para pensar. Al fin la miré y descubrí que no me disgustaba tanto, ya no me parecía tan monstruosa, hasta pensé que podría llegar a ser muy agradable si conseguía acercarme y arreglarla un poco. A ella debió pasarle algo similar porque me miraba de otra forma, parecía menos intranquila. Sus facciones ya no se veían tan afiladas, su espalda menos arqueada. Terminamos sentadas una frente a otra, mirándonos a los ojos. De repente nos agradamos, empezamos a sentirnos a gusto. Llegué a entenderla, no ví más su miedo y mi deseo de hacerle daño cesó. Fue acercándose poco a poco, con más confianza cada vez y yo dejé de retroceder disgustada. Sus ojos negros se fundieron en la oscuridad de la noche.
Al despertar me sentí renovada, parecía que había logrado descansar, aún así el camino y el hambre habían hecho mella en mí. Pero ella ya no estaba y yo me sentía de maravilla. Había triunfado. La reconciliación la había liberado.Era una mañana despejada y me sentía con fuerzas para emprender el camino de regreso. Me había quitado un peso de encima, pero mi fin era incierto.
He ido alimentándome de lo que encuentro. Llevo poco y no sé si logre regresar, si todo sigue así creo que lo conseguiré. Si mi cuerpo logra la fuerza necesaria y consigo el alimento adecuado y suficiente. Mi fuerza radica en mi unidad. Si ella siguiera allá en esa lejanía, yo no estaría aquí.
Que alivio estar en paz de nuevo , es un post-náusea. ahhh alivio! mmm
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