Aquella muchacha era tan maleducada que en las visitas se ponía de pronto a silvar sin importarle que frente a ella tuviera lugar una conversación. Era pesada como un petardo. En aquella ocasión su madre tuvo a bien decirle que dejara de silvar, ¿pero por qué?, dijo la petarda.
-Por que es desagradable
- Pero si suena como los pajaritos
Su hermana, ya bastante fastidiada:
- Si los pajaritos hicieran así ya todos nos habríamos suicidado hace rato.
- ¿Y si se me da la gana silvar?
-Pues entonces váyase a la parte atrás y silve allá dónde nadie la oiga.
me hiciste recordar a luz mila carpio y sus canto de pájaros
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