4/10/2015

Uno de mis últimos días viviendo en la ciudad


La de historias que oí ayer cuando salía a la calle en Bogotá. Para empezar me cogió el aguacero en plena zona industrial de la ciudad, donde nada reverdece. Iba yo muy elegante porque se trataba de una diligencia laboral y me tomo en serio lo de la indumentaria. Que mi trabajo esté en la zona industrial es una de esas ironías de la vida, pero si, la editorial está emplazada entre fábricas con enormes chimeneas y por donde uno mire no ve más que moles de cemento. Mientras escampaba debajo de un puente peatonal del transmilenio con vendedores ambulantes y mensajeros y motociclistas veo que aparecen unos tuks tuks, si, en Bogotá, en medio de una tormenta de padre y señor mío, los hombres manejan esos tuks tuks en pleno aguacero cubiertos de plásticos por todo lado. Por algún desbarajuste del ánimo o quizás, por seguir un impulso provocado por el recuerdo de los tuks tuks en Tailandia (lo divertidos que eran) me subí en uno en el punto más álgido de la tormenta. La situación era muy ridícula. Cuando le dije para dónde iba el hombre me dijo: ¡pero allá cuesta 2 mil!, yo sonreí, pensé: cómo es que este hombre maneja una bicicleta en medio de esta tormenta, lleno de plásticos por todos lados…mojado hasta los cojones- porque no hay plástico que valga en los aguaceros bogotanos- y piensa que 2 mil pesos es caro. A mí no me entraba el agua pero no veía por dónde manejaba el hombre y tenía que gritar mucho para que me oyera, al fin pensé que era peligroso, podían atropellarnos. Miré por dónde iba y vi que estaba yendo por donde no era, no logré que entendiera mi sencilla indicación de “en la esquina voltee a la derecha”, no logré que me entendiera nada nunca, entonces le dije que me dejara ahí, me dejó ahí y le di los 2 mil pesos. Quedé totalmente desubicada, no sabía dónde estaba, cerca de mi destino si, pero ni idea de hacia donde debía coger, escampé un rato bajo un alero en una calle llena de tracto mulas. Lo más ridículo era mi elegancia. Después siguieron todavía una serie de transportes sin sentido que prefiero no recordar, al final llegué a donde iba, pensé si llegar así toda empapada o devolverme, pero al final dije: tener que salir otra vez con este clima maldito, no, eso no, prefiero verme ridícula frente a los oficinistas.

Para volver a mi casa tuve que aguantarme a un taxista que me decía: corazón y buscaba temas polémicos para hacerme hablar y poder maltratarme contradiciendo todo lo que yo dijera, una práctica masculina corriente en un mundo machista, intentó hablar mal de Petro pero yo no dije nada, estaba decidida a guardar silencio con tal de llegar a mi casa sana y salva, hay taxistas de taxistas, unos son francamente indeseables. Había manifestaciones en la 30 así es que tomamos otra ruta, pasamos por lugares inundados. Llegué a mi casa, aleluya.

Al anochecer fui al concierto de Ikaro Valderrama a deleitarme con esos instrumentos siberianos tan especiales que toca y a oír canciones rusas sobre el agua, los caballos, el cóndor y la naturaleza en general. De camino se subió al bus una mujer, se subió a pedir dinero, tenía un brazalete de la cárcel, contó su historia, dijo que había estado presa 15 años por matar al esposo de su hermana, de entrada su sinceridad me capturó, dijo que lo había matado porque él había violado a su hijita de cinco años. A las mujeres nos dijo: ¡pónganse pilas! Cuántas de ustedes no saben dónde están sus hijos o sus hijas ahora, hay mucho violador, yo vivo en una fundación donde ayudan a niños abusados, niños con síndrome de down, niños enfermos, hay mucho degenerado y casi siempre el abusador es un conocido, un familiar, un vecino. Y ustedes las mujeres envidiándose entre ustedes en lugar de protegerse y unirse. Miré a la mujer, era una mujer agradable, quise darle algo pero había olvidado sacar dinero, me di cuenta al tomar el bus, había dejado los billetes, llevaba solo el monedero y no había ni una moneda, acababa de pagar el pasaje con $200 menos de lo que valía, por fortuna llevaba la tarjeta, buscaría un cajero camino al concierto. Quise felicitarla, pero no me atreví y ella ni me miro, pasó muy rápido. Nunca en mi vida había visto a una mujer hablándole a otras mujeres en el transporte público, una mujer de armas tomar sin duda alguna.

El concierto estuvo fantástico. Le pregunté a Andrés si el tambor que había tocado era Lakota, me dijo que lo había hecho él con cuero de búfalo, pero que el cuero de búfalo es muy difícil de conseguir y no había encontrado más, el taxista dijo entonces que en el Magdalena Medio entierran el cuero de búfalo porque no hay quien lo compre para marroquinería porque es muy grande y las máquinas no lo procesan o no sé que cosa no hacen las máquinas, pero el hecho es que nadie quiere comprar ese cuero, se dijeron muchas cosas sobre el cuero y su manejo, pero esa parte fue solo un pretexto para que el taxista nos contara la historia de su familia. Él y su padre trabajaron varios años en el negocio del cuero, tenían un camión y se iban al Magdalena Medio a comprar cuero que era muy, pero muy barato, ese cuero lo vendían aquí caro, con un margen de ganancia bastante alto. Nos iba muy bien, dijo, pero yo digo que uno se consigue una amante y todo se daña,-por no jugar limpio, dije-, una amante es lo peor que le puede pasar a uno, mi papá se consiguió una moza y botó a la basura 30 años de matrimonio, le compró una casa a la vieja y se la amobló, no nos compro casa a nosotros, que vivíamos en arriendo y si a ella, y mi papá se arruinó, mi mamá lo descubrió y se separó de él, lo echó de la casa,- ¡bien hecho!, dije yo- claro que no fue por la casa que se arruinó porque él ganaba 60, 80 millones al mes y la casa debió costar por ahí 300, pero de todas formas le empezó a ir mal, empezó a perder plata, se fue quedando sin nada, todo eran problemas y problemas hasta que yo tuve que decir: no sabe qué papá, yo miro a ver que hago…y me fui. Fue terrible, era algo…no sé,- una mala energía instalada-dijo Andrés, -o una brujería-dije yo. Sonia y Andrés se bajaron del taxi, y el taxista y yo seguimos. Si, dijo el taxista, el caso es que mi papá se derrumbó por completo. Y qué pasó con la amante y con su papá, ¿siguen juntos? No, cuando mi mamá lo echó de la casa el pensó que la otra vieja lo iba a recibir en la casa que él le había comprado y no, la vieja no lo recibió, le dijo que se alquilara un lugar donde vivir, que ella le daba para el diario, pero que no lo recibía en la casa. Terrible, dije, ¿y su papá? Mi papá vive con mi mamá, ¡lo perdonó! yo no lo habría perdonado, le informé. Si, pero ellos tienen muchos problemas, muchos, mi papá nunca se recuperó de eso.¿ Y qué pasó con la vieja? ¿Se consiguió a alguien? Si, la vieja se metió con un tipo de San Andresito, un matón, un tipo que decían que era muy malo, un asesino, un tipo con mucha plata, y el tipo empezó a joder a mi papá, le dio una paliza tremenda y yo tuve que ponerme serio con ese man, tuve que conseguirme un revólver y decirle: usted deja en paz a mi papá o lo mato. Le dije a un primo mío, un primo que yo tenía que era jodido, uy si, era muy jodido mi primo, a él lo mataron, y quería mucho a mi papá. Mi primo le dijo al hombre que dejara en paz a mi papá, y se le metió a la casa un día, pero el man creyó que no era en serio y mi primo le tuvo que disparar, con una ametralladora- lo de la ametralladora me parece poco creíble, tal vez quería impresionarme, ¿por qué no un simple revólver?-, cuatro tiros le metió, continuó el taxista, pero el man no se murió. ¡Qué historia! parece una novela, dije. ¿Y entonces que pasó con él?, el hombre se fue degenerando y anda por allá en el cartucho, en la calle. ¡Todo lo que toca esa mujer se viene abajo! , dije, ¿y qué pasó con ella? A ella mi primo también la...le dijo que tenía que darle la casa a mi papá, pero como la casa estaba a nombre de los dos, ella demandó y le tuvo que dar la mitad, le dio plata. ¡Ah bueno, entonces no lo perdió todo al final! No, dijo el taxista, pero él había comprado la casa, ella no había puesto nada. Ella era mona, de ojos claros, muy bonita, tenía treinta años y dos hijos y se la pasaba saliendo con cuchos, mi papá tenía cincuenta y pico, por qué iba a salir con un viejo de cincuenta y tantos si no era por la plata, puede pasar que dos personas se enamoren pese a la diferencia de edad, le informé. Llegamos a la casa. Me desvestí y me acosté a dormir en seguida.

1 comentario:

  1. Cuando uno se va a ir de un lugar, la atención aumenta. Es el umbral a la escritura.

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