Crisis,
esa es la palabra que nos ha perseguido a todos desde que tenemos uso de razón,
parece que todo está en crisis. No sé, hoy no me importa la crisis de allá
afuera, me importa la que se ha metido en mi casa. Estoy en crisis.
Hace tiempo
no escribo, últimamente la voz interior esa, no sé si es la que llaman
consciencia, -el hecho es que es bastante molesta y me pone de mal genio-, se
encarga de recordarme cada tanto que ya no escribo. A veces, del desespero, me
dan ganas de correr muy rápido, lo más rápido que pueda, otras veces me dan
ganas de gritar muy fuerte, gritar largo y tendido. No hago ninguna de esas
cosas, no quiero terminar en un hospital siquiátrico. Otra veces me pongo a
escarbar dentro de mí, hurgo en mi interior, he vivido tantas cosas, me digo,
cómo es posible que no tenga nada que decir, ¿el mundo me pudo y anuló ese ser
maravilloso que escribía?, ciertamente han existido ataques fuertes contra mi
talento, ataques síquicos, vampiros a los que me he visto obligada a vender
algo de mi talento, pero mi talento es como la cola de una lagartija, se
regenera. La escritora no ha muerto, resiste escondida en un rincón de mi
oscuro interior, va tomando nota de todo y me dice: calma, paciencia, aún no,
no es tiempo, cuando lo sea saldré de mi escondrijo como una fiera, cargada de
palabras, llena de fuerza, entonces serán horas de escribir y escribir,
entonces diré todo lo que he visto, encontraré las palabras adecuadas, pondré la
pasión necesaria y seré como un tornado, lo despertaré todo a mi paso.
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