1/28/2011

La nave de los locos




Ando leyendo La nave de los locos de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi. Ha sido toda una revelación, creo que es una escritora para escritores. ¡Magnífica! Aquí un fragmento:


EQUIS: EL VIAJE, I
En el sueño, recibía una orden. “ La ciudad a la que llegues, descríbela.” Obediente, pregunté: “¿Cómo debo distinguir lo significante de lo insignificante?”
Luego, me encontraba en un campo, separando el grano de la paja. Bajo el cielo gris y las nubes lilas, la operación era sencilla aunque trabajosa. El tiempo no existía: era una continuidad de piedra. Trabajaba en silencio, hasta que ella apareció. Inclinada sobre el campo, tuvo piedad de una hierba y yo, por complacerla, la mezclé con el grano. Luego, hizo lo mismo con una piedra. Más tarde, suplicó por un ratón. Cuando se fue, quedé confuso. La paja me parecía más bella y los granos, torvos. La duda me ganó.
Desistí de mi trabajo. Desde entonces, la paja y el grano están mezclados. Bajo el cielo gris el horizonte es una mancha, y la voz ya no responde. (P.9)


1/04/2011

La quinta persona

Lectores usuales, ocasionales o meramente casuales de “Cuentos al borde de la locura” me encuentro en un lugar lejos de Bogotá si no geográficamente si espiritualmente. Nueve horas viajando por tierra, casi dos en avioneta o cinco en el carro de un amigo veloz, eso en cuanto a distancia medible, no sé cronometrar las distancias metafísicas ni espirituales ni mentales o acaso cósmicas o mágicas…sólo sé que es lejos, deliciosamente lejos del acelere opresivo de la gran ciudad, lo cual permite que se pose en mi mano una mariposa noctura como la que miro en este momento o que un abejorro se empeñe en picarme cuando me ducho en el jardín.

Aunque es un lugar lejano, ocasionalmente pasan por esta casa personalidades de la vida pública que luego reconocemos con sorpresa. Pero no era de eso que quería hablarles, todo esto para decirles que no cuento con internet en mi casa, hay un café muy lento en el pueblo, así es que no publicaré muy seguido. Ahora los famosos están a la vuelta de la esquina y eso me desconcierta un poco. Pero me desconcierta mucho más lo que me proponía contarles acerca de una quinta persona, una persona invisible que está con nosotros.

No me asusta esa persona, no se me hace pesada, es muy silenciosa pero parece interesada en la conversación y hasta alegre, yo diría que se siente a gusto con nosotros si no fuera porque no puedo verla. Ayer oí su voz. Antes de que la visita se fuera me encerré en mi cuarto a leer y desde mi cama oí despedirse a la visita y a mi hermana decir: buenas noches y a mi mamá: buenas noches y entonces esa quinta persona dijo también: buenas noches y yo pensé: De quién es esa voz si no hay nadie más en la casa.

Salí de mi cuarto, les dije adiós a los visitantes y revisé a ver si veía a esa quinta persona. Hoy oí sus pasos, vinieron hasta mi habitación y se detuvieron antes de entrar en el pequeño corredor. Detrás iban los mismos dos visitantes de ayer, así es que debió irse con ellos. Los perros de la vecindad empezaron a aullar hace rato, no veo la luna, no sé a qué le aullan o por qué, quizás sea a esa quinta persona.

Cuando estaba en el hotel de los Mennonites en Filadelfia Paraguay, una tercera persona se quedó en el cuarto con nosotros, dormía en el piso, en medio de las dos camas, llegaba tarde cuando suponía que ya estábamos dormidos y salía a la madrugada para que no la vieramos, aunque era invisible era mucho más precavida que esta quinta persona, que ha empezado a participar en las conversaciones. Debe ser esa niña que oí hace unos años, la que llamaba a su papá con una voz muy delgadita aquí en la ventana de mi alcoba, sigue siendo tan invisible como hoy; pero ya no llama a su papá con ese hilito de voz quejumbrosa. A veces, cuando voltea a mirar rápido alcanzo a ver algo de esa persona, un reflejo escurridizo. Vive con nosotros y me acompañará durante el resto de mi estadía aquí.